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martes, 26 de abril de 2011

Crónica de una ceguera sometida

"Si el mañana no llegase"
Una mañana una joven recibió una llamada de su esposo, en el que le decía… “Yo también sentí lo mismo que tu anoche sentiste. Te espero dentro de una hora en el parque, junto al pequeño muelle del lago.” Ella puso el teléfono en su lugar y su impresión fue confusa, la noche anterior había soñado a su esposo, con quien había discutido y quedado en malos términos años atrás, y que por rencores y orgullos de ambos, decidieron dar fin a su relación y a la comunicación de pareja y amistad.

Se bañó, se arregló y pensó en decirles a sus amigas que él le había llamado, pero prefirió dejarlo en privacidad, total, era el momento para que ambos volvieran a cruzar palabras y pensó que el orgullo no debía ser eterno. La joven se dirigió al parque, se acercó al pequeño muelle y se sentó, observando y pensando que iba a pasar, ¿Qué le diría su esposo? ¿De qué le iba hablar? Miraba a la gente pasar y entre esa gente vio, a su esposo que se acercaba a ella de forma misteriosa…. lo notó extraño. Vio en su rostro una extraña palidez, su mirada reflejaba una paz inmensa, lucía sereno. Era como si emanara rayos de luz. Ella intentó decirle hola, pero él le dijo: “Caminemos.”

Él comenzó la conversación: “He sabido que has estado triste y que has tenido muchos problemas. Te he soñado llorando, te he escuchado gritar afuera de mi casa. Yo no me acercaba a ti, debido a las circunstancias, debido a tontos orgullos, yo se que tú no querías saber nada de mí, y no te culpo. Te lastimé demasiado, te hice mucho daño y logramos alejarnos. No vengo a discutir, no vengo a pedirte perdón, sólo he venido a decirte que aunque las cosas no se arreglaron en su debido momento, creo que nunca es tarde. ¿Sabes?, esperé a que me llamaras, para poder platicar, pero… tu llamada nunca llegó.”

“El esperarte, el pensar en ti, borró mi apetito, se robó mis días de sol y me fue venciendo poco a poco. Sin embargo guarde de y me dije "ella llamará". Más, nunca lo hiciste. Como siempre, no te culpo pero si te comprendo. Sé lo que sentiste anoche. Sé lo que te pasó, yo también lo sentí en ese momento, pero con mucho más dolor. Grité tu nombre mil veces y grité mil veces perdón, Qué lástima que no me hayas escuchado. Qué lástima que no me hayas llamado, Pero ¿sabes? creo que nunca es tarde para perdonar y si te pedí que vinieras al parque fue para entregarte esto.”

Él le entregó en sus manos una cruz. “Esta cruz, es mi cuerpo y quién soy. Te amé, te amo y te amaré por siempre; quiero que la conserves contigo por el resto de tu vida.” Ella se quedó sin palabras mientras gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas. La gente la miraba y la señalaban, alguien le preguntó: “Oiga, ¿Está usted bien?” Y Ella respondió: “Si, ¿Por qué?” “La veo caminar y la veo llorar, ¿Le sucede algo?” “Nada, gracias, simplemente estoy conversando con él.” La persona que preguntó se retiró extrañada del lugar.

Ella acompañó hasta la casa a su esposo, que no era otra la de sus suegros. Él, le pidió que por favor lo esperara afuera y ella accedió, él nunca la hacía esperar en el patio. Se quedó 10 minutos esperando y no regresaba. De pronto escuchó voces y vio salir de la casa a los hermanos y amigos de su esposo, todos con cara triste y ojos llorosos. La abrazaron y le dijeron: “¡Ha muerto!”

Una extraña sensación recorrió todo su cuerpo y entró corriendo a la casa, entró a la recamara de su esposo. En ella se encontraba la mamá de su esposo, abrazada del cadáver de su hijo el cual reflejaba en su rostro una profunda tristeza. La joven con llanto y un nudo en la garganta le preguntó a la señora: “¿Que sucedió?” La señora le contestó: “¡Te ha dejado esta carta!”

Ella comenzó a leer, "¿Sabes amor? Yo también sentí lo mismo que tú. El aire empieza a faltarme, intento gritar pero no puedo, luces blancas iluminan mi recamara, me voy para siempre amor. Gracias por haber ido al lago. Gracias por estar aquí. Aunque en vida no me pudiste perdonar, sé que ahora lo harás frente a mí." Ella miró el cadáver y solo dijo: “Perdóname tú a mí.”


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